Odiar las bodas...

De verdad. ¿Por qué? ¿Cuáles? Quiero saberlo. Porque cuantas más vivo, más me gustan. Más creo que tienen algo inexplicable que quiero defender a toda costa. Porque no es solo mi ñoñismo personal, que a poco que nos leáis ya habréis visto, pero es que no sabéis lo increíble que es a veces ser wedding planner, la suerte que es tener a tantas parejas cerca que nos dejan colarnos en un momento tan maravilloso para ellos (¡Gracias Novios Colorín... de corazón).

Y hoy me ha dado por pensar en la suerte que tengo. Vivir rodeada de amor (ahora los alérgicos a lo cursi acaban de salir del post y han dado a "bloquear página". Jajaja. Lo comprendo).
Vivir rodeada de amor de Novia que quiere a Novio, de Novio que sorprende a Novia, de Novio que le pide matrimonio a Novio, de Novia que piensa en cómo hacer feliz a Novia. El formato no importa, solo el contenido.

Pero no creáis que esto termina aquí, una boda...más allá de todo lo que el sector Anti-boda pueda decir, no es solo una fiesta en la que os gastáis una cantidad ingente de dinero. No. De verdad que no. Es algo muy mágico.

Es la mirada de vuestro padre cuando os ve aparecer vestidas de blanco. O de rosa. O de azul. Pero de novia.

Una boda son los nervios de vuestra madre mientras os están maquillando y no puede pasar a veros.

Una boda son los niños de arras sintiendo que forman parte de algo que solo les habían contado en los cuentos que les leen al dormir.

Una boda son vuestros amigos hablando durante meses de qué se pondrá, qué os regalarán, creando grupos secretos de whatsapp para recopilar vuestras fotos más tiernas y a veces vergonzosas de la infancia, para proyectarlas delante de todos, para reirse con vosotros, para que la novia no se enfade cuando al novio le enfunden en un bañador de Borat y le hagan dejar Ibiza sin una gota de alcohol.

Una boda es probarse vestidos de novia, soñar con el tuyo, pensar en cómo te mirarán o en el ramo que llevarás en las manos.

¡El ramo!
Una boda es el momento en el que las flores no decoran la mesa del salón sino tus manos, tu vestido. Querréis llevar ramo siempre desde entonces. Pero no. Es solo para ese día.

Una boda es planear qué os diréis, cómo os contaréis que os queréis tanto que os juraríais ante cualquiera que ¡os querréis para siempre! Suceda o no. Eso es lo de menos.

Una boda es nervios. Unos nervios distintos. No son los nervios del día antes de tu cumpleaños cuando tenías 6 años. Ni los de los minutos antes de las notas de Selectividad. Son otros. Creo que son nervios fabricados para novios. De verdad. Os lo dice alguien que además de ser wedding planner, fue novia (y entré con esta canción. Una declaración de intenciones)

Una boda es llorar. De risa, de estrés, de alegría, de preocupación, de enfado, de ilusión.

Una boda es reir. De llanto, de estrés, de alegría, de preocupación, de enfado, de ilusión.

Una boda es planear un viaje sin cargo de conciencia. En Bussiness. ¡Pues en Bussiness! Con masaje ¡pues con masaje! Y cogemos esa excursión ¡pues recorramos arrozales en bici! Pero juntos.

Una boda no es un día. Una boda es algo que por mucho que me empeñe en explicaros no voy a poder haceros entender. Igual que me explican a mi lo de los hijos y sé que aún no lo comprendo.


Una boda es amor.

Y de verdad, como una vez me dijo mi querida Sally Hambleton subiendo directamente al top 5 de piropos que me han dicho en mi vida, y usando una frase de Santa Teresa: